Antonio

Foto: plazapoetica.wordpress.com

Siguiendo en la línea de visibilizar la situación de muchas personas que se encuentran sin hogar y viviendo en la calle, transcribimos uno de los escritos de Antonio, usuario de EV. Merece la pena su lectura por su visión crítica de la realidad que vive día a día.


Sentado en un banco de una ciudad cualquiera, con la mirada ausente, había una vez un hombre. A su lado, en bolsas de plástico, sus pertenencias; una manta, un saco de dormir y algo de ropa limpia que celosamente guarda y reserva para las ocasiones especiales, los encuentros con su hija, aún pequeña. En una carpeta guarda documentos personales y dos borradores de unos cuentos, el primero, para su hija, un cuento que habla de vida, del poder de superación individual y colectiva, de La Naturaleza, pues somos parte de ella. El otro es sobre pastores, ovejas, buitres y carroñeros; de miserias y desgracias, de la infame rentabilidad que algunos míseros sacan de ella. Una fábula dedicada especialmente a una Orden centenaria, que lava la conciencia de quienes la patrocinan. Sobre fundaciones, asociaciones y ONGs que “ayudan” y ofrecen su cuestionable caridad a indigentes, personas sin techo y excluidas sociales.

En otra bolsa, ésta de forma circular, guarda una tienda de campaña, su hogar ambulante.

Este hombre sentado en un banco, tiene buen aspecto, sus ropas están limpias, su barba siempre la mantiene afeitada, en su cara pueden verse sus arrugas, unas características de su edad, 51 años, otras más profundas, estigmas de lejanas en el tiempo batallas perdidas, pero triunfante en la vital y definitiva. No tiene apariencia de estar en la indigencia, pero es un indigente, es un excluido social.

Un grupo de personas pasan junto a él, algunas miran distantes, otras con lástima y compasión. Otras se alejan entre murmullos al oído del otro para consolar su propia conciencia. Otras sin embargo, no miran, no quieren mirarlo, tal vez estos sepan, que muchos, incluso ellos, algún día pueden estar como él.

El hombre que está sentado en un banco, es un trabajador sin hogar, por siguiente sin familia, sin ayudas y sin coberturas sociales. Con los derechos que le otorgan La Constitución y El Estado, pisoteados y olvidados. Esta es la imagen que cada día va repitiéndose en decenas de trabajadores. Este hombre sentado en un banco soy yo, deambulo por la ciudad de Sevilla, mi nombre es Antonio, pero podría llamarse Felipe, Carlos o Manuel. Podría incluso tener tu mismo nombre.

Tal vez mañana el hombre que está sentado en un banco seas Tú.

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